La tarde menguante y naranja nos observa con buen semblante, sentados en el parque, al lado de donde corren niños, pasean perros y juegan chavales que se entretienen en ser felices. Charlamos distendidos mientras vamos mirándonos cada vez con más ternura. Tus labios y los míos pronto serán fruta madura.
Dulce melocotón, helados de fresa y nata.
Y al terminar, un saxofonista endulza el aire, ya frío por la noche. Entre el público nuestro calor aún nos mantiene vibrantes, en armonía nos decimos adiós y nos sentimos. Nos miramos al marchar y sonreímos. Nos queremos, eso es lo mejor.