domingo, 5 de julio de 2009

Era la guerra entre los pueblos el designio divino, de un dios más grande y menos virtuoso que el llamado hijo de la paloma. El fruto de los actos era sangre y el creciente dolor sentido. Podrido por los gusanos de las balas llegó al mundo. Un gran titán de hierro vestido de herrumbre.
Vienen ahora los guerreros inhumanos que nacen de las gotas que lloraron sus pasados. Piensan que el mundo va a mejor, que se compran las balas como se compra el amor. Pero, digamos, que es un mal sueño, una falacia digna del mejor escudero de la palabra, una propuesta de un futuro incierto, una piedra que cae de ese muro viejo.
¿Y si cogiesemos todas nuestras fuerzas? Las anudamos en un lazo con el que cubrir la tierra, y nace de esta semilla de miel y plata algo que fuese más fuerte que las pisadas de las balas. Corazón, coraje y algo de hermandad, fuese compañia quien cubriese de serenidad los huecos que dejan las lineas en el mapa, cuando describen figuras que no son ni sabias ni esperadas.
El mundo gira, y brilla por si mismo, cuando el sol refleja un poco de optimismo en la superficie de este mar tosco, toso y me noto sedientamente solo.
Y lleno, lleno de energía, la esperanza que sonsaca esta nueva etapa. Conseguir decirme a mi propio oido, estas lleno de vida, te toca dirigir tu sino. Me siento y observo con paciencia, con disimulo, evitando que mi mirar se pierda, ¿que es lo que me deparará el futuro? El peso en mis manos es grande, por eso me siento vivo. Cuando esta etapa empieza pienso en rodarla cuesta abajo por el paseo de la fortuna, mostrando que aún hay aire sobre las montañas más frescas, que el verde que tiñe el campo no es solo de paso en la estación pertinente. Sé que el estado no es eterno, que nace el dolor y el amor, la soledad y el calor, y todo muere y cambia. Aceptarlo es consagrarme a un deber más grande que todas las vidas, la ley eterna que dicta que todo gira.
En circulo perfecto establecemos los pasos, yendo de aqui a allí, viendo llegar los latidos de un corazón mudable, rotando como lo hace el aire, temiendo por la caida impedimos que el máximo esplendor se consiga.
El cáliz de calor y vida, del que bebo cuando el alma me sonría, es dorado y trae piedras preciosas, pero como piedras también son dolorosas.
Aunque brille hoy el nuevo amanecer, la tarde se cierne sobre el tiempo como la ola rompiendose en el viento. Salpicando y dejando sal y arena esparcidas sobre el tapiz de este nuevo día.

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