miércoles, 8 de abril de 2009

El hombre ermitaño - Relato para antes de dormir


Como no conozco maneras de empezar a contar una historia lo haré como lo han hecho durante años y años las madres a los niños- Erase una vez - vale, ahora tengo que pensar algo más, si no se me acaba la cuerda pronto. Pero también tengo que tener claro que si me entretengo en contar algo más vale que llegue a algún sitio, si no puedo quedarme perdido a mitad, justo cuando se ponga interesante. No se sobre quien va a tratar así que haré una cosa, dejaré que mis manos jueguen un ratito con el teclado, que mi mente se relaje y no entienda de formas. A jugar con la pelota de los pensamientos sin sentido pero con sentimiento. Mejor empiezo de nuevo.-
Erase una vez el despiadado olor de las flores de mayo azotando en la ventana de un cuarto húmedo y sombrío. Aún era otoño en la habitación, por el secarse de las hojas en los tiestos y los tonos marrones y apagados. Los pistilos de las flores se tornaban agujas de fina punta atravesando las fosas nasales con su olor nauseabundo. Poco le parecía agradable al ermitaño. Se habia tornado en un ser grotesco, los años le pesaban en su pronunciada chepa como pesan las ramas a un arbol que necesita de una poda urgente. El tono que adquira su voz al gritarle al mundo "¡Me cago en vosotros!" se tornaba gutural, gigantesco. El pobre ermitaño vivia y se movía afanosamente, no paraba quieto ni un segundo, como aquel que no sabe disfrutar de la paz. No hallaba la manera de cerrar la puerta de su alma a cal y canto para que la pobre pudiese descansar. Cuentan que el ermitaño,en otra época joven y vigoroso, fue destituido de la corte, de la corte inglés, donde jugaba a ser grande y apuesto. Los años lo volvieron gris y arisco, parecía enfadado con todo el mundo. Pobre ermitaño. -Se que os preguntais porque lo llamo "pobre", "si parece un cabrón" direis. Pues sí, un poco cabroncete si que era, pero me da lástima, ahora vereis porque. -
El ermitaño seguia su rutina día tras día, aunque a veces se permitía un vasito de whisky a media mañana, entre el carajillo de las once y el pacharán de antes de comer. Frecuentaba su mesa de escritorio varias veces al día, donde hacía pausas prolongadas para releer las cartas que guardaba en un cajón , dentro de un bote de cristal, dentro de un dedal, ahí estaban las cartas.-Pues sí, tenía tan poquitas que cabían ahí.- Las escudriñaba como el animal curioso que se mira en un espejo y no acaba de comprender que lo que vé es su reflejo, le parece curioso pero no alcanza a entenderlo del todo. El las mira, sabe que en otro tiempo fueron suyas, y que esconden algo que no llega a entender. Y por eso se odia, el pobre ermitaño, tantos años y aún sigue mirandolas , día tras día, pudriendose y ganando la carrera contra corporación dermoestética -que ya se harían de oro si pillasen su chepa-. Y sigue preguntandose con cara simiesca que esconden las palabras. Luego se levanta , estira sus arrugadas piernas y, de mal humor, maltrata a algún animalito en su cabeza, luego se traga sus divertidos sueños con un poco de ron y se dedica a su trabajo, odiar a todo ser viviente, al apestoso olor de la gente. Se regodea en su generoso odio por lo humano. Normalmente el pobre ermitaño mira de reojo a las parejas al verlas pasar, luego profiere algún improperio en contra de la libertad de expresión de las emociones y se caga en la juventud. -¡Ay, pobre ermitaño!.
Cada día los pesares se le acumulaban en forma de insultos, cuanto más tiempo pasaba, más insultos salían de su boca. Hasta que un día se le atraganto un "hijos de puta", luego llegaron los "mamones" y los "cabrones" que se quedaron cruzados haciendo presión, los "joderes" llegaron en tropel y se unieron a la fiesta mortal. El ermitaño no cabía en sí de insultos y explotó, dejando todo su cuarto teñido de un rojo muy hermoso, con trocitos de piel salpicando el escritorio, y sus ojitos en el dedal donde estaban las cartas.

El pobre, pobre ermitaño se había pasado toda su vida evitando buscar eso que le oprimía en el corazón cada noche cuando se iba a dormir, lo que escondían las cartas que no conseguía comprender. Evitó el rodearse de gente por miedo a sentirse vulnerable y acabó estallando como una supernova.

Así que ya sabeis niños, mirad dentro vuestro y si notais que algo no está en su sitio, no intenteis ocultaroslo, porque acabareis odiandoos como se odiaba a si mismo el ermitaño, reflejandolo en el resto de gente que os rodea.
Vuestra pronta aceptación os recompensará con la llave de la puerta que el ermitaño no sabía cerrar, para que vuestra alma pueda por la noche descansar y llevarse los pesares a otro lugar.

2 comentarios:

  1. Me gusta el texto pero dejame decirte algo.En el confundes tus pensamientos por decidirte a escribirlo y expresarlo con la historia. Es muy bueno , me gusta. Pero le falta algo de orden estetico. No por lo escrito , mas bien por lo visual que te anima a leerlo o no. Yo lo he leido, vengo aqui porque me gusta lo que dices.

    Pero si pusieras en la entrada el texto en orden, o el proximo que decidas, pareceria mejor.

    Un beso!

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  2. muchas gracias por la critica constructiva , Mon! la tendré en cuenta! :)

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